“¿Qué tal mi corazón?, preguntó el Hombre de Hojalata
¿Para qué lo quiere?, respondió Oz, creo que no es bueno
que desee un corazón. Hace a la mayor parte de la gente infeliz.
Si se diera cuenta de esto, vería que tiene suerte
de no tener corazón”.
L. Frank Baum. El Mago de Oz
¿Qué pasó cuando el hombre de hojalata encontró a su corazón?
Tu corazón era como un páramo de pastos azules y fondo
plateado, que amaneció al encanto de la tristeza para quedarse por mucho tiempo
allí.
Apenas inició la luz su recorrido, -sí, un sol gigante y
extraño-, la tierra llamó al paisaje para preguntarle qué ocurría.
El paisaje apenas tenía conocimiento de lo que pasaba y llamó
fuera de sí, pues todo lo que lo contenía estaba allí mismo. No había ninguna
referencia a algo igual que pudiera darle una explicación.
Fuera de sí no había nada, y la Nada le respondió que podía
ser, que podía haber una experiencia distinta a ella misma.
El paisaje comunicó a la tierra, que corrió buscando al
corazón para decirle que todo era posible. Y éste se echó a llorar respondiendo
a su propia intuición, inundando los pastos con tanto llanto. Cuando paró el
aguacero, el sol quemó la planicie con sus rayos y todo fue prendido fuego. El
aire barrió el encanto de la tristeza y la tierra amaneció.
La tierra que escondía aprendió a revelar.
El corazón se revirtió a sí mismo. Se dio vuelta como se da
vuelta un guante para mostrar una nueva piel, una nueva carne: un manojo de
rosas.
Comprendió, entonces, que su Ser era un pájaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario