El paisaje daba vueltas cuando el mundo era redondo.
Los hombres y las mujeres se tomaban de los pies y de las manos, y se propulsaban por las espaldas. Quien por momentos quedaba arriba, se le solía caer el lápiz y las margaritas de los bolsillos, y entonces mucha gente los perdía y no había forma de encontrarlas.
En la era del cuadrado, las cuadrículas estaban de moda. Nacieron las casas y el cubo mágico. Con algunas deformaciones, las bibliotecas parieron
libros pero, ¿quién podía pensar en ellos si surgieron las sorpresas guardadas en cajas?
Un halago se escapaba de la boca si lucías un pantalón cuadriculado.
Un halago se escapaba de la boca si lucías un pantalón cuadriculado.
Pasada la era del cubito, el mundo se vino liso. Tan liso, tan liso que todos éramos petizos, estábamos invadidos por horizontes y nos veíamos a la distancia sin ningún catalejo.
-¡Hola, Juannnn!
-Cómo estás, Pedrito, amigazo, chamigo
-Cómo estás, Pedrito, amigazo, chamigo
No existían las estrellas, los bosques y las piedras.
Todo era un fondo, una sábana de cama, un mantel familiar, un telón sin pliegues.
Por eso llamó tanto la atención aquel intruso, y alguien dio por iniciada la evolución de las especies.
Todo era un fondo, una sábana de cama, un mantel familiar, un telón sin pliegues.
Por eso llamó tanto la atención aquel intruso, y alguien dio por iniciada la evolución de las especies.
La vertical
fue
lo
primero
que
aprendí
en
ese
mundo
de
jirafas
Mucho más tarde, alguien poco criterioso y al que le gustaban los fideos sin tuco nos llamó homínidos.
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