Giraballos
para Laura B. y Matías, testigos de mis giraballos
Del césped crecen caballos. Son las flores de los campos. También las hay que son vacas y teros. Los veo crecer con sus patas enterradas, despidiendo relinchos al aire como panaderos. Las flores de caballos se mecen cuando surge el sol derretido por la laguna. Van de un lado al otro persiguiendo maravillas, sucediéndoles la vida como si tal cosa, desenfrenados y libres. El marrón desconoce la palabra dueño, mío, manso, yo, primero. Se perdió en un tajo del cielo, entre la nube y el árbol. El negro suda rocío de cueros y ensaya cabriolas para su propio circo. El blanco se sube en las monturas de los cerros con estribo de albahaca y nuez.
Te confieso que no quiero desgajarlos, amontonarlos en un racimo de manada para ponerlos en mi jarrón, para olerlos al lado de mi ventana cuando lo desee. Y esto es así porque me subyuga el movimiento de péndulo de su cola y temo perder el milagro. Ahora, no sé si verdaderamente están ahí o mis ojos los pone donde quiero verlos, porque en mi crudo corazón siempre he sido jinete de calesitas.
Genial MArucha!! Todos tendremos algunos en las macetas o patios y aún no los vimos??
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