En el reflejo de la vasija de oro, mi cuento. Reverbera el
agua y me muestra una mujer de rasgos fuertes y pienso: “no es bonita”. De
repente mi cuerpo quiere bailar y se emociona con la música que hace danzar a
los derviches. Y giran y giran, y giran y giran.
Una gran estrella se ilumina, es la ventana por donde ha
entrado el sol. En el historial de la sangre puedo ver que Dios ha tenido
siempre un poema para mí. Pienso, “ella no es bonita”, su pelo es negro tan
negro que reverbera como un espejo. Y
giro y giro, y giro y giro.
Toda la arena de este paraíso se duerme en un sueño eterno.
Es sencillo entender por qué dice que ha sido el mar, y mientras mi velo se
extiende en este aire infernal, sueño sobre la arena y digo: “ella no es
bonita, ¿no?”. El viento gira y gira, gira y giro.
Cuando las palabras se acurrucan como gatos y ya no quieren
hablar, las dejo pacíficas dormir, porque Dios ha tenido siempre un poema para
mí y es el momento de cantar. Las cosas se toman de la mano y vuelan en este
aire infernal, y giran y giro, y giran y giro.
“¿Por qué no es bonita?”, me pregunto. El desierto del mar se
calla, nada tiene que decirme. Pero en
el historial de mi sangre Dios ha tenido siempre un poema que reverbera en esta
vasija de oro. Duerme conmovido el derviche que hay en mí.Entonces giro y giro y giro y giro.
El sufismo es una corriente
espiritual surgida en Persia antesde la era cristiana que se integró posteriormente
en el Islam y que engloba a unos 50 millones de personas de todo el mundo.
Ellos
proponen un camino de búsqueda de la experiencia de Dios para alcanzar la
unidad a través del amor.
La danza
de los derviches no es al azar. Cada
movimiento, cada gesto simboliza alguna cosa. Los giros se practican
según determinadas reglas, en lugares y momentos precisos. La mano derecha se
coloca extendida hacia lo alto con la palma mirando hacia el infinito, la mano
izquierda se dirige hacia la tierra. De esta manera el bailarín se convierte en
un mediador entre el cielo y la tierra, lo infinito y lo finito, la persona se
vacía para ser un canal de lo divino.
En este rodar rítmico se busca entrar en unión con el Todo olvidándose de uno
mismo.