Oda al pasto de las plazas
Un pastito. Un pastito debajo de mis plantas. Simple y
terrestre. Rozado por pies humanos, patas de perro y alas de palomas, loros y
torcazas. No hay aroma a rosas pero sí a pasto fresco, húmedo de rocío y tibio
de sol. Los pelos verdes de las plazas, con calesitas y toboganes como hebillas.
Pasto compañero de domingo, de silla reclinable, lona y mate. Un reptil
camaleónico estirado entre edificios. Amarillo de botín y picaditos. Naranja de
candente mediodía. Violeta de enérgico paso. Blanco de ciudad. Pasto de
amantes, pasto de niños, pasto de familias rodantes, pasto de pobres faquires, meditabundos,
locos y bohemios, más que un pasto para las vacas. Trascendental pasto donde
todos estamos a la misma altura. Cielo de los insectos.
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